
La Disolución de la Orden del Temple
En la actualidad es común escuchar que los Templarios fungían como los banqueros de su época y que el Rey Felipe IV de Francia les debía una gran cantidad de dinero. Se dice que, al negarse a saldar sus deudas, el rey optó por arrestarlos y acusarlos de herejía, forzando al Papa a disolver la orden. Esta versión simplificada de los hechos no toma en cuenta varios factores. No se trata simplemente de una historia de buenos y malos, donde el rey es el villano y los Templarios los héroes. La historia es mucho más compleja y requiere una comprensión más profunda.
Es esencial considerar los antecedentes y comprender la situación del papado en esa época, así como la misión original de los Templarios y el contexto en el que sucede su disolución. Aunque indudablemente desempeñaron un papel crucial para la defensa de los reinos latinos de ultramar llegó un momento en el que se cuestionó su actuación, como suele suceder con cualquier institución a lo largo del tiempo. Los mismos reyes y emperadores, quienes desempeñaban un papel fundamental en las Cruzadas, tenían sus propios intereses, que en ocasiones no coincidían del todo con los de Roma. En resumen, es necesario explorar a fondo la situación de los Templarios y comprender tanto su utilidad como los cuestionamientos que surgieron en su contra.
Los reyes franceses eran quienes tenían un papel preponderante en todo el asunto del templarismo entre las casas reales europeas. De hecho, la Orden tiene raíces profundas en Francia. Algunos autores dejan de considerar este hecho, sugiriendo que la intención de arrestar a los Templarios fue un acto unilateral del Rey de Francia, lo cual es una verdad a medias. En realidad, hubo procesos en otros países, como Inglaterra, donde se han documentado detalladamente los juicios relacionados con los Templarios. Tampoco podemos ignorar el hecho de que muchos Templarios de alto rango eran franceses. En un curso anterior, exploramos una lista de todos los maestros Templarios, y de los 23 maestros registrados, la mayoría eran franceses. Hubo, tal vez, uno de origen español y otro de origen inglés, pero la realidad es que la influencia francesa era dominante.
Es importante aclarar que, aunque utilizamos el término “Rey de Francia”, en aquella época no existía la Francia que conocemos hoy. Podríamos referirnos más precisamente a los francos, pero el término “Rey de Francia” es comúnmente aceptado. Ahora, adentrémonos un poco en finales del siglo XIII, que abarca desde el año 1200 hasta el 1299. Este período marca la conclusión de en realidad trece siglos de historia, teniendo en cuenta que el primer siglo abarca desde el año cero hasta el 999, y por esto es que a esos años los conocemos como el siglo XIII, aunque sean los mil doscientos. Cuando uno estudia la historia puede resultar un poco confuso este concepto.
Los Templarios, una orden de monjes guerreros fundada en Jerusalén en 1119, emergieron al inicio de las Cruzadas. Para esa fecha, ya había transcurrido la Primera Cruzada (1095-1099) y se habían establecido los reinos latinos en Jerusalén, Antioquía, Trípoli y Edesa. Estas posesiones latinas en Asia Menor requerían protección, dando origen a órdenes guerreras como los Templarios, los Hospitalarios, los Caballeros Teutones y la Orden de San Lázaro, esta última formada por caballeros leprosos.
Las operaciones militares para defender las posesiones europeas en Asia Menor representaban un costo considerable. Mantener fortalezas en estos reinos latinos, junto con caballeros completamente equipados y su séquito, implicaba un desafío financiero considerable. Los Templarios, junto con sargentos, escuderos e infantería, contaban con diversos ayudantes, desde aquellos que cuidaban las tierras que les eran cedidas hasta quienes las administraban y trabajaban. La Orden se había transformado en una organización muy compleja y requería una variada red de roles y responsabilidades. Se estima que, en su apogeo, la Orden Templaria contaba con alrededor de 3,000 caballeros, sumando escuderos, sargentos y personal administrativo dedicado a diversas labores, desde la gestión de tierras hasta actividades como la agricultura, la ganadería, la silvicultura y la fabricación de armas por herreros. Esta compleja red de roles se multiplicaba por diez, llegando a una impresionante cifra de aproximadamente 30,000 personas.
La expansión de los Templarios no sólo se debió a su valentía en el campo de batalla, sino también a sus habilidades administrativas y la obtención de tierras mediante donaciones. Roma ofreció indulgencias a aquellos que colaboraran con la conquista de los lugares santos uniéndose a los Templarios o donando recursos a la Orden. Posteriormente, mediante bulas papales, adquirieron una serie de privilegios adicionales, como la exención de impuestos y diezmos. Estos privilegios, tanto eclesiásticos como jurídicos, contribuyeron significativamente al crecimiento de la orden. Incluso en la actualidad, se destaca la influencia financiera de los Templarios, considerados por muchos como los pioneros del sistema bancario. En cursos sobre historia del sistema financiero, se explora cómo los Templarios, con su red de fortalezas, encomiendas y diversas propiedades, desempeñaron un papel crucial en el desarrollo temprano de las actividades bancarias.
Este legado perdura, y es fascinante descubrir cómo los Templarios no sólo eran grandes guerreros, sino también administradores astutos que dejaron una huella indeleble en la historia financiera y jurídica. Incluso en la actualidad, en algunas universidades cuando se imparte algún curso sobre la banca moderna los instructores suelen referirse a los Templarios como los que iniciaron esta práctica. Poseían varias propiedades tales como fortalezas, castillos, encomiendas, casa de descanso y demás, lo cual les permitía ofrecer un servicio similar al de los actuales cheques de viajero. Con todos estos puntos de contacto, especialmente en la ruta hacia Tierra Santa, podían ofrecer el servicio de depósito y retiro de valores. Imaginen, por ejemplo, que vivieran en aquel periodo y quisieran emprender un peregrinaje a Jerusalén. Podrían depositar su dinero en el cuartel o casa templaria más cercano antes de partir. Les darían un documento cifrado que amparaba la cantidad depositada, que sería descifrado al llegar a Tierra Santa permitiéndoles recuperar su dinero. Hay autores que sugieren que estos pergaminos encriptados también tendrían algún mensaje confidencial que de esta forma se hacía circular a lo largo de la red templaria.
Por otro lado, no solo brindaban apoyo financiero a peregrinos, sino que extendían créditos a reyes. Muchos administradores Templarios, por ejemplo, acabaron siendo los tesoreros de los Reyes de Francia, demostrando su influencia en las altas esferas. El auge financiero de los Templarios llegó a su punto álgido cuando, durante la Segunda Cruzada, Luis 7º de Francia se encontró con dificultades económicas durante la expedición y recurrió a los Templarios para un préstamo. Similarmente, en la Séptima Cruzada, Luis 9º fue capturado y los Templarios financiaron su rescate. Es importante considerar que, a pesar de su éxito financiero, los Templarios eran monjes y tenían votos de pobreza. Esta situación era vista como una contradicción sobre todo por parte de algunos miembros del clero. El argumento en contra era que este tesoro no les pertenecía a título personal, sino que era propiedad de la orden. Esta situación no era exclusiva de los Templarios, ya que muchas órdenes monásticas, como los cistercienses o los benedictinos, también poseían monasterios y propiedades impresionantes.
Aunque los Templarios tenían ciertas posesiones, como caballos y ayudantes para cuidarlos, no llevaban una vida lujosa. La Regla Templaria establecía claramente qué tenían permitido poseer, desde la cantidad de prendas de vestir hasta el equipo de combate, incluso detallando utensilios como la cuchara y el plato de madera. No se permitían lujos, y a pesar de las restricciones, la verdad es que todos llevaban una vida próspera, aunque oficialmente nada era de su propiedad.
Con la responsabilidad de defender los Estados cruzados en el este, los Templarios se convirtieron en los héroes de las Cruzadas. Su papel iba más allá del de simples soldados; eran guerreros que luchaban por la fe, por recuperar los Lugares Santos. En una época en la que la religión lo permeaba todo, los Templarios no eran cobardes; siempre estaban al frente, peleaban con valentía y demostraban un fervor cristiano encomiable. Muchos Templarios murieron como mártires, muchos de ellos decapitados por musulmanes que los capturaban como prisioneros de guerra.
La religión tenía un papel central en la vida cotidiana, y la Biblia era la guía para educar a los hijos, elegir pareja y evaluar tus propios pecados. La intensidad de la fe, la creencia en Cristo y en la salvación eran el pan de cada día. Aunque hoy en día estas cuestiones pueden no tener la misma intensidad, en ese entonces, la defensa de la fe y la posibilidad de visitar los Lugares Santos eran fundamentales en la vida de cualquier cristiano.
Etiqueta:Edad Media